Entre tinieblas (1983) es el tercer largometraje de Pedro Almodóvar. Junto con La Mala educación es en el que despliega más abiertamente su anticlericalismo, esta vez de una forma grotesca y paródica, en una comedia melodramática (si es que eso existe). Considerando que, quién más y quien menos, conoce algo de este gran realizador, creemos que sólo es necesario refrescar cierta información a su respecto: aquella que se relaciona directamente con esta joya del inicio de su carrera.
Luego de haber partido de su ciudad natal para estudiar cine en Madrid, se encuentra con que la escuela estaba cerrada. No es de extrañar, era la época del franquismo. Condenado a pasar sin pena ni gloria por trabajos que le resultaban poco satisfactorios (el más importante de ellos en Telefónica), decide dar cauce a sus veleidades artísticas integrando el grupo de teatro "Los Goliardos". ¡Sabia decisión! No sólo le valió el conocimiento de la que sería su primera musa, Carmen Maura, sino que, con ayuda de sus nuevos amigos, pudo financiar su primera película: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Originalmente concebida bajo el título de “Erecciones generales” para la revista El víbora, esta historia se inscribe dentro del movimiento contracultural denominado “Movida madrileña”.
La movida surge en los años de la transición post-franquista con una intención transgresora. Después de tantos años de censura y represión, el movimiento de liberación que se venía gestando en todo el mundo desde los años '60 (recordemos que estamos a principios de la década del '80), explotó en España con la fuerza de una bomba nuclear. Con una estética que podría calificarse de punk-glam-rock, llevó al extremo lo que había permanecido escondido por décadas y colaboró a la creación de la nueva identidad cultural de España, uniendo lo tradicional con lo posmoderno. El cine hizo de la homosexualidad, la droga, la prostitución y todo lo considerado marginal su protagonista exclusivo. La gigantesca figura de Pedro Almodóvar (literal y metafóricamente hablando), opaca a otros cineastas de esta generación, como Fernando Trueba o Iván Zulueta.
Pero nuestro querido Pedro no se restringe al cine. Continúa escribiendo para distintas publicaciones, entre las que destaca la revista La Luna para la que crea su personaje / alter ego “Patty Dhyfusa”. Además, comienza junto con Fabio McNamara, colaborador de sus primeras producciones cinematográficas, un dúo musical bautizado “Almodóvar y McNamara”. Afortunadamente, no es por ello que es mundialmente conocido. (Hay que admitir que escuchar todo un cd de este dúo en el cual ninguno se consideraba a sí mismo como músico, es realmente un encuentro cercano del tercer tipo).
La Movida Madrileña, lo que ella significó y su participación activa en ese ambiente (durante una época fue conocido como “el Warhol español”) marca la primera etapa de la producción almodovariana. Las opiniones críticas varían sobre la segmentación de su filmografía. Algunos proponen 2 etapas, otros 4 o 5, pero rotuladas de distinta manera, etc. Desde el Cineclub Stocco retomamos lo que nos parece útil de cada postura y lo reelaboramos armando una nueva clasificación:
1- Etapa punk: además de su producción anterior en Súper 8, podemos incluir sus primeros 2 largometrajes en 35mm: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y Laberinto de pasiones (1982).
2- Etapa con influencias de Fellini y Berlanga: Entre tinieblas (1983) y ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984).
3- Etapa clásica: Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), ¡Átame! (1990) y Tacones lejanos (1991).
4- Etapa experimental: Kika (1993), La flor de mi secreto (1995) y Carne trémula (1997).
5- Etapa refinada-vanguardia: Todo sobre mi madre (1999), Hable con ella (2002), La mala educación (2004), Volver (2006) y Los abrazos rotos (2009).
Cada una de estas etapas marca un cambio respecto a la precedente, pero en lugar de ahondar al respecto, pasemos al análisis de Entre tinieblas. Esta película, al igual que las dos anteriores, no fue bien recibida por la crítica, que comenzará a serle relativamente favorable en España a partir de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y desde Mujeres al borde de un ataque de nervios en el resto del mundo. Sin embargo, hay un cambio notable que le granjea comparaciones inesperadas, como la de Luis Buñuel, por su temática religiosa. Este director español había dicho con anterioridad: “Soy ateo por la gracia de Dios” y Almodóvar adhiere a su pensamiento. Normalmente tomará el elemento religioso como decorativo, para extremar el costado kitsch de su estética. Así sucede en la mayor parte de su filmografía. No es el caso de Entre tinieblas. Esta película de transición hace de la crítica al universo religioso su temática central. ¿Por qué?
No está de más recordar aquí que la mayor fuente de inspiración para nuestro director deriva de su propia vida y de la cultura de masas. En su juventud asistió a un colegio religioso, que recordará en La mala educación. Pero la razón más urgente para la elección de este tema se encuentra en la relación que tuvo la iglesia con la sociedad en la época de Franco. Unida en cierta forma al fascismo (no hay que extrañarse entonces de la primera conversación de la marquesa con la madre superiora respecto de su marido muerto) fue una de las instituciones divulgadoras de la censura. Censura que Almodóvar no olvida. Recordemos que recién en diciembre de 1977 se abolió totalmente la censura cinematográfica.
Una película que narra la vida de unas monjas que explotan apartadas del mundo su sexualidad (hetero y homosexual), que utilizan drogas, que se auto-humillan mediante la adopción de nombres como Sor Estiercol o Sor Rata de Callejón, podría hacernos pensar en un melodrama de proporciones épicas, pero Almodóvar utiliza la comedia para retratarlo. Quizás sea eso lo más llamativo de la película: sus diálogos hilarantes, inesperados y transgresores. Años después, con la misma intención crítica, Almodóvar dirigirá La mala educación. El resultado, sin embargo, no podría ser más diferente. Más allá de las divergencias estéticas (recordemos que en 1983 contaba con un presupuesto limitado, recién comenzaba su carrera como director y no se animaba a hacer las apuestas estéticas que posteriormente hizo con su osada utilización de los planos), el resultado obtenido en el 2004 es una película de carácter rotundamente dramático. Tal vez la diferencia se deba a lo que en alguna ocasión dijo respecto de Hable con ella “creo que las mujeres me inspiran comedias, y los hombres tragedias”. Es que Entre tinieblas es ante todo la representación de un universo femenino.
Rodada prácticamente por completo dentro de un convento, el único personaje masculino que tiene alguna intervención destacada en la trama, es el tigre. Símbolo de lo irracional que ha crecido entre los muros de ese ambiente barroco de terror, se destaca frente a las figuras de papel del novio de Yolanda y el cura. Y es que para Almodóvar la masculinidad ha sido siempre un concepto generador de problemas. Por ello son tan comunes sus personajes travestis (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Tacones lejanos, etc.). El carácter de estos personajes es tan débil frente a estas mujeres que, aún aisladas de la realidad circundante se llevan el mundo por delante, que Yolanda al agregar el episodio de la defunción de su novio en el diario del mismo escribe: “Estoy muerto. Yolanda me ha suicidado”. El finado ni siquera tiene control sobre su vida o su voluntad. Es la mujer quien “lleva los pantalones” y decide.
Llevada a cabo con un presupuesto limitado, un sonido deficiente, plagada de errores, Entre tinieblas nos sigue sorprendiendo por su osadía al tratar ciertos temas, su humor irreverente, su guión alocado. Visualmente queda relegada. Es una película oscura (en más de un sentido), donde predomina el negro y los pocos colores brillantes, estridentes más bien, remiten a lo decadente de la sociedad tan gris en el exterior. La mayor influencia estética se la debe a Douglas Sirk, el realizador alemán, en cuanto al uso de la iluminación. Los planos son estáticos, sin mayores originalidades. Los movimientos de cámara, convencionales. Pero el maravilloso elenco de actrices y sus diálogos chispeantes hacen de esta comedia la película que sentará el precedente a toda su producción posterior.
Protagonizada por actrices recurrentes en la filmografía de este director, como Julieta Serrano (Matador, Mujeres al borde de un ataque de nervios, etc.), estupenda en su rol de madre superiora, la comiquísima Chus Lampreave (Matador, La flor de mi secreto, Volver, etc.) como Sor Rata de Callejón, Marisa Paredes (Todo sobre mi madre, Tacones lejanos, etc.) en el rol de la extremista Sor Estiercol, y cómo no, su primera actriz fetiche Carmen Maura (Pepi, Luci Bom y otras chicas del montón, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, etc.) como la obsesiva Sor Perdida, le cupo a la relativamente desconocida Cristina Sánchez Pascual interpretar el rol principal. Aunque había tenido papeles muy pequeños en las dos películas anteriores de Almodóvar, éste no la quería para el rol de Yolanda. Atendiendo a presiones del estudio, tuvo que aceptarla. El resultado no le satisfizo y se propuso no estar nunca más en esa posición. Algo se gestaba en su mente: era la productora El Deseo S.A. Esta idea tardaría años en concretizarse, pero su primer proyecto rompió los moldes. La ley del deseo, estrenada en 1987, era una película audaz que demostraba un manejo de cámara mucho más avanzado y presentaba al primer actor fetiche de Almodóvar: Antonio Banderas.
A pesar de la mala suerte posterior de Cristina S. Pascual, su carrera está marcada por el hito de haber participado en una película inmerecidamente olvidada que predice el futuro almodovariano. En esta bizarra comedia híbrida están presentes los temas almodovarianos por excelencia, como la drogadicción, la homosexualidad, la prostitución, la crítica social, el anticlericalismo, etc. El director manchego nos ofrece aquí todo su talento en bruto. Al pulirlo posteriormente ganó en estética, en premios, en la mirada de la crítica, pero perdió un poco ese espíritu rebelde y el humor heredero de la Movida madrileña.
Pensándolo bien, tan mala suerte no tuvo Cristina Pascual. Pudo cerrar el período más contestatario de Almodóvar. Ser su actriz del momento siempre tiene sus beneficios.
Ya lo dijo antes Joaquín Sabina: “Yo quiero ser una chica Almodóvar”.
Luego de haber partido de su ciudad natal para estudiar cine en Madrid, se encuentra con que la escuela estaba cerrada. No es de extrañar, era la época del franquismo. Condenado a pasar sin pena ni gloria por trabajos que le resultaban poco satisfactorios (el más importante de ellos en Telefónica), decide dar cauce a sus veleidades artísticas integrando el grupo de teatro "Los Goliardos". ¡Sabia decisión! No sólo le valió el conocimiento de la que sería su primera musa, Carmen Maura, sino que, con ayuda de sus nuevos amigos, pudo financiar su primera película: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Originalmente concebida bajo el título de “Erecciones generales” para la revista El víbora, esta historia se inscribe dentro del movimiento contracultural denominado “Movida madrileña”.
La movida surge en los años de la transición post-franquista con una intención transgresora. Después de tantos años de censura y represión, el movimiento de liberación que se venía gestando en todo el mundo desde los años '60 (recordemos que estamos a principios de la década del '80), explotó en España con la fuerza de una bomba nuclear. Con una estética que podría calificarse de punk-glam-rock, llevó al extremo lo que había permanecido escondido por décadas y colaboró a la creación de la nueva identidad cultural de España, uniendo lo tradicional con lo posmoderno. El cine hizo de la homosexualidad, la droga, la prostitución y todo lo considerado marginal su protagonista exclusivo. La gigantesca figura de Pedro Almodóvar (literal y metafóricamente hablando), opaca a otros cineastas de esta generación, como Fernando Trueba o Iván Zulueta.
Pero nuestro querido Pedro no se restringe al cine. Continúa escribiendo para distintas publicaciones, entre las que destaca la revista La Luna para la que crea su personaje / alter ego “Patty Dhyfusa”. Además, comienza junto con Fabio McNamara, colaborador de sus primeras producciones cinematográficas, un dúo musical bautizado “Almodóvar y McNamara”. Afortunadamente, no es por ello que es mundialmente conocido. (Hay que admitir que escuchar todo un cd de este dúo en el cual ninguno se consideraba a sí mismo como músico, es realmente un encuentro cercano del tercer tipo).
La Movida Madrileña, lo que ella significó y su participación activa en ese ambiente (durante una época fue conocido como “el Warhol español”) marca la primera etapa de la producción almodovariana. Las opiniones críticas varían sobre la segmentación de su filmografía. Algunos proponen 2 etapas, otros 4 o 5, pero rotuladas de distinta manera, etc. Desde el Cineclub Stocco retomamos lo que nos parece útil de cada postura y lo reelaboramos armando una nueva clasificación:
1- Etapa punk: además de su producción anterior en Súper 8, podemos incluir sus primeros 2 largometrajes en 35mm: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y Laberinto de pasiones (1982).
2- Etapa con influencias de Fellini y Berlanga: Entre tinieblas (1983) y ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984).
3- Etapa clásica: Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), ¡Átame! (1990) y Tacones lejanos (1991).
4- Etapa experimental: Kika (1993), La flor de mi secreto (1995) y Carne trémula (1997).
5- Etapa refinada-vanguardia: Todo sobre mi madre (1999), Hable con ella (2002), La mala educación (2004), Volver (2006) y Los abrazos rotos (2009).
Cada una de estas etapas marca un cambio respecto a la precedente, pero en lugar de ahondar al respecto, pasemos al análisis de Entre tinieblas. Esta película, al igual que las dos anteriores, no fue bien recibida por la crítica, que comenzará a serle relativamente favorable en España a partir de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y desde Mujeres al borde de un ataque de nervios en el resto del mundo. Sin embargo, hay un cambio notable que le granjea comparaciones inesperadas, como la de Luis Buñuel, por su temática religiosa. Este director español había dicho con anterioridad: “Soy ateo por la gracia de Dios” y Almodóvar adhiere a su pensamiento. Normalmente tomará el elemento religioso como decorativo, para extremar el costado kitsch de su estética. Así sucede en la mayor parte de su filmografía. No es el caso de Entre tinieblas. Esta película de transición hace de la crítica al universo religioso su temática central. ¿Por qué?
No está de más recordar aquí que la mayor fuente de inspiración para nuestro director deriva de su propia vida y de la cultura de masas. En su juventud asistió a un colegio religioso, que recordará en La mala educación. Pero la razón más urgente para la elección de este tema se encuentra en la relación que tuvo la iglesia con la sociedad en la época de Franco. Unida en cierta forma al fascismo (no hay que extrañarse entonces de la primera conversación de la marquesa con la madre superiora respecto de su marido muerto) fue una de las instituciones divulgadoras de la censura. Censura que Almodóvar no olvida. Recordemos que recién en diciembre de 1977 se abolió totalmente la censura cinematográfica.
Una película que narra la vida de unas monjas que explotan apartadas del mundo su sexualidad (hetero y homosexual), que utilizan drogas, que se auto-humillan mediante la adopción de nombres como Sor Estiercol o Sor Rata de Callejón, podría hacernos pensar en un melodrama de proporciones épicas, pero Almodóvar utiliza la comedia para retratarlo. Quizás sea eso lo más llamativo de la película: sus diálogos hilarantes, inesperados y transgresores. Años después, con la misma intención crítica, Almodóvar dirigirá La mala educación. El resultado, sin embargo, no podría ser más diferente. Más allá de las divergencias estéticas (recordemos que en 1983 contaba con un presupuesto limitado, recién comenzaba su carrera como director y no se animaba a hacer las apuestas estéticas que posteriormente hizo con su osada utilización de los planos), el resultado obtenido en el 2004 es una película de carácter rotundamente dramático. Tal vez la diferencia se deba a lo que en alguna ocasión dijo respecto de Hable con ella “creo que las mujeres me inspiran comedias, y los hombres tragedias”. Es que Entre tinieblas es ante todo la representación de un universo femenino.
Rodada prácticamente por completo dentro de un convento, el único personaje masculino que tiene alguna intervención destacada en la trama, es el tigre. Símbolo de lo irracional que ha crecido entre los muros de ese ambiente barroco de terror, se destaca frente a las figuras de papel del novio de Yolanda y el cura. Y es que para Almodóvar la masculinidad ha sido siempre un concepto generador de problemas. Por ello son tan comunes sus personajes travestis (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Tacones lejanos, etc.). El carácter de estos personajes es tan débil frente a estas mujeres que, aún aisladas de la realidad circundante se llevan el mundo por delante, que Yolanda al agregar el episodio de la defunción de su novio en el diario del mismo escribe: “Estoy muerto. Yolanda me ha suicidado”. El finado ni siquera tiene control sobre su vida o su voluntad. Es la mujer quien “lleva los pantalones” y decide.
Llevada a cabo con un presupuesto limitado, un sonido deficiente, plagada de errores, Entre tinieblas nos sigue sorprendiendo por su osadía al tratar ciertos temas, su humor irreverente, su guión alocado. Visualmente queda relegada. Es una película oscura (en más de un sentido), donde predomina el negro y los pocos colores brillantes, estridentes más bien, remiten a lo decadente de la sociedad tan gris en el exterior. La mayor influencia estética se la debe a Douglas Sirk, el realizador alemán, en cuanto al uso de la iluminación. Los planos son estáticos, sin mayores originalidades. Los movimientos de cámara, convencionales. Pero el maravilloso elenco de actrices y sus diálogos chispeantes hacen de esta comedia la película que sentará el precedente a toda su producción posterior.
Protagonizada por actrices recurrentes en la filmografía de este director, como Julieta Serrano (Matador, Mujeres al borde de un ataque de nervios, etc.), estupenda en su rol de madre superiora, la comiquísima Chus Lampreave (Matador, La flor de mi secreto, Volver, etc.) como Sor Rata de Callejón, Marisa Paredes (Todo sobre mi madre, Tacones lejanos, etc.) en el rol de la extremista Sor Estiercol, y cómo no, su primera actriz fetiche Carmen Maura (Pepi, Luci Bom y otras chicas del montón, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, etc.) como la obsesiva Sor Perdida, le cupo a la relativamente desconocida Cristina Sánchez Pascual interpretar el rol principal. Aunque había tenido papeles muy pequeños en las dos películas anteriores de Almodóvar, éste no la quería para el rol de Yolanda. Atendiendo a presiones del estudio, tuvo que aceptarla. El resultado no le satisfizo y se propuso no estar nunca más en esa posición. Algo se gestaba en su mente: era la productora El Deseo S.A. Esta idea tardaría años en concretizarse, pero su primer proyecto rompió los moldes. La ley del deseo, estrenada en 1987, era una película audaz que demostraba un manejo de cámara mucho más avanzado y presentaba al primer actor fetiche de Almodóvar: Antonio Banderas.
A pesar de la mala suerte posterior de Cristina S. Pascual, su carrera está marcada por el hito de haber participado en una película inmerecidamente olvidada que predice el futuro almodovariano. En esta bizarra comedia híbrida están presentes los temas almodovarianos por excelencia, como la drogadicción, la homosexualidad, la prostitución, la crítica social, el anticlericalismo, etc. El director manchego nos ofrece aquí todo su talento en bruto. Al pulirlo posteriormente ganó en estética, en premios, en la mirada de la crítica, pero perdió un poco ese espíritu rebelde y el humor heredero de la Movida madrileña.
Pensándolo bien, tan mala suerte no tuvo Cristina Pascual. Pudo cerrar el período más contestatario de Almodóvar. Ser su actriz del momento siempre tiene sus beneficios.
Ya lo dijo antes Joaquín Sabina: “Yo quiero ser una chica Almodóvar”.
Simplemente fantástico, gracias Bonnie! por acercarnos un poco más a este gran cineasta.
ResponderEliminar"La gigantesca figura de Pedro Almodóvar (literal y metafóricamente hablando), opaca a otros cineastas de esta generación, como Fernando Trueba o Iván Zulueta."
ResponderEliminarMe encantó, genial..
Muy buena película.
ResponderEliminarhttp://evaharringtonerarubia.blogspot.com.es/